Un lunes como hoy (10 de marzo)
aunque no fue lunes, las tropas norteamericanas bombardearon Tokio
matando entre 75.000 y 200.000 personas. Fue
un sábado de 1945.
La ciudad de Tokio tras el bombardeo del 10 de marzo de 1945. Fuente: Wikipedia |
Dentro
del marco de la campaña del Pacífico, tras los ataques de Pearl
Harbor, el ejército norteamericano llevó a cabo varios bombardeos
sobre la ciudad de Tokio, capital de Japón. Son considerados los
bombardeos sin armas nucleares más devastadores de la historia. Los
primeros se llevaron a cabo en 1942 por aviones B-25 y su principal
resultado fue propagandístico.
A
principios de 1945 se sucedieron varios ataques sobre la ciudad. En
febrero, casi 200 aviones B-29 rociaron en Napalm unos 3 km2
de viviendas bajas en madera, provocando incendios masivos. El 4 de
marzo se repitieron estos ataques con otros tantos aviones. Viendo el
“éxito” (sí, entrecomillo éxito, porque dentro de una guerra
cualquier muerte enemiga lo es, pero me niego a considerarlo así,
sin la anestesia de las comillas) el día 10 de marzo se repitió
esta estrategia. Más de 300 aviones arrojaron más de 1.500 toneladas
de bombas incendiarias provocando un incendio masivo en la ciudad. Se
alcanzaron en torno a 1000 ºC en el epicentro de los ataques y se
estima que murieron más de 100.000 personas. Más muertes directas
que en los bombardeos atómicos de Nagasaki e Hiroshima. Los últimos
ataques se llevaron a cabo en agosto, a la par de los ataques
atómicos. Más de la mitad de la ciudad había sido destruida.
La
necesidad del hombre de masacrar al enemigo. La impersonalidad del
sufrimiento civil. La falta de conciencia. La guerra, en resumen. En
estos casos siempre me viene a la cabeza la estrofa de la “Canción
del pirata” de
Espronceda:
ciegos reyes
por un palmo más de tierra;
que yo tengo aquí por mío
cuanto abarca el mar bravío,
a quien nadie impuso leyes.
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