21 abril, 2014

Semana Santa, sin padres ni santos

   Un lunes como hoy volvíamos de la primera Semana Santa que pasamos juntos mis amigos y yo. Sin padres, claro. Hace ya 16 años de aquéllo y teníamos escasos 15. Supongo que siempre se recuerda fuertemente esa primera vez que te vas con tu grupo de amigos. Que trasnochas, que bebes alcohol, que te sientes libre para hacer y deshacer por tí mismo. La verdad es que haciendo balance lo pasamos muy bien. Y así lo recordamos todos. Supongo que hoy en día los chavales salen antes, pero en mi grupo no fuimos tan precoces. Por suerte, creo.

Petardos y JB: mezcla “explosiva”

   Nos presentamos el jueves en la caseta de mi amigo. Nos llevaron nuestros padres, claro está. La compra de comida y bebida ya había llegado días antes, no recuerdo bien cómo. Lo pasamos en grande, jugando con el balón, llenándonos de agua, haciendo la comida, etc. Y llegó la noche. Teníamos petardos. Y alcohol. Y música. Creo que ninguno de nosotros había bebido antes nada, así que nos hicimos algo con mucha precaución. El dueño de la caseta quizá fue el único al que le subió la bebida. Y precisamente era el dueño de los petardos. Nos reímos mucho cuando nos acordamos de lo que pasó. Empezó a encender petardos y a darles patadas para que explotaran un poco más allá. Al séptimo u octavo, uno de éstos “cerditos” se le quedó enganchado en la zapatilla. Se puso nervioso y fue a buscarlo con la mano. No lo podía coger. En el último instante lo pudo tirar e, inmediatamente, explotó. La risa fue general.

El cubo que te dejan se usa para vomitar en él

   Y así fueron las cuatro noches que pasamos allí. La primera sin dormir porque quisimos comprobar quién podía aguantar más. Otra de ellas volvimos andando al pueblo de noche y salimos por los pubs. Y otra de las noches nos la pasamos limpiando el dormitorio donde otro amigo dejó todo perdido después de vomitar. Se había bebido una botella de sidra él sólo y encima no había cenado. Por aquél entonces estaba “enamorado” de una chica vegetariana y no quiso comer carne asada. Y no había otra cosa. Todavía me pregunto como pudo ensuciar tanto la habitación. El cubo que le dejamos al lado de la cama no le sirvió para nada. Ni con un aspersor a 360º se podría haber manchado tanto todo. Encima cayó de boca al suelo y nos lo encontramos sin conocimiento y sangrando por la nariz. Menudo susto nos dio. El resultado fueron varias horas limpiando. Suelos, colchas de la camas, ¡hasta las paredes perdidas!

Lo que importa es con quién

   Y como siempre no pudieron faltar las peleas por ver quién cocina, quién limpia, quién friega los platos, etc. Pero como siempre, lo mejor, las horas y horas de conversación de adolescentes. Los temas intrascendentes que te quitaban el sueño por aquel entonces. Las chicas (algunos ya tenían novia), los profesores del instituto, el fútbol, los compañeros de clase, etc. Con los años aprendes que lo importante es con quién vas de viaje y no dónde ni cómo. Lo principal, al fin y al cabo, son las personas que te acompañan. Y ellas son las que hacen que esos momentos sean dignos de recordarse o no.

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