Un LG similar a éste pero con algún resto de pintura. |
Un lunes como hoy, y por primera vez
ha sido hoy mismo, os cuento lo que me ha ocurrido esta misma mañana.
Lo que iba a ser
El caso es que, como cada lunes
desde hace un par de meses, me estaba preparando para escribir una
nueva entrada en el blog. Me he despertado, he desayunado y me he
puesto a pensar en tres posibles temas para hoy. Barajaba tres
opciones: la creación de la Unión Ciclista Internacional (un 14 de
abril de 1900), el primer trayecto de la línea comercial de AVE
entre Madrid y Sevilla (14 de abril de 1992) y, por último, el mapa
del genoma humano (completado un 14 de abril de 2003).
Lo que cambia las cosas
Y justo cuando estaba apunto de
decidirme, seguramente por la línea de AVE, pues mi madre toca el
timbre. Acababa de salir y se había dado la vuelta porque acababa de
encontrarse un móvil de gama media (un LG L7) por las escaleras del
edificio. —¿Qué hacemos?—me dice. Y yo cojo el móvil y reviso
la agenda de llamadas. No conocemos a nadie. Digo bueno, pues
esperaremos a ver si llaman.
La dicotomía
En estas
situaciones siempre se pregunta uno si no es tonto por no quedarse
con lo que se encuentra. Si la mayoría de la gente no lo haría. —El
dueño seguro que es un impresentable que seguro que no se merece que
se lo devuelvan—. He pensado rápidamente eso.
Por otro lado
el móvil lleno de pintura y los contactos. Eran albañiles,
electricistas, fontaneros, etc, gente de la construcción en
resumidas cuentas. Esto me ha llevado a ponerme en su piel, en los
malos tiempos que corren, en lo mucho que echará de menos su
teléfono, en la mala suerte que tenemos siempre los currantes, etc.
Una balanza de
sensaciones rápidas. Dos posturas del ser humano que se repiten a
diario en todo tipo de situaciones. La disyuntiva entre lo que en
teoría está bien y lo que te beneficia personalmente (o
materialmente).
Cojo y marco el
número de su hijo Alfonso. Pero tiene el móvil apagado o fuera de
cobertura. Bueno, pues voy a esperar —me digo.
El desenlace
En
mi cabeza empezaba a tener dudas sobre qué hacer. Sabía que se lo
devolvería pero también me acordaba de aquellas ocasiones en las
que yo mismo había perdido el teléfono y no lo había vuelto a ver.
En ese momento empieza a sonar.
—¿Sí?—contesto.
—Ha contestado
alguien...— se escucha al otro lado murmurando.
En estos casos cuando uno llama no sabe a quién lo hace. Llamas creyendo que hablas con un ladrón, con alguien que se ha apoderado de algo que es tuyo. Pero vamos, en este caso le expliqué rápido lo que había pasado y dónde estaba para que viniera a recogerlo.
En estos casos cuando uno llama no sabe a quién lo hace. Llamas creyendo que hablas con un ladrón, con alguien que se ha apoderado de algo que es tuyo. Pero vamos, en este caso le expliqué rápido lo que había pasado y dónde estaba para que viniera a recogerlo.
Se trataba de
un pintor como me suponía. Lleno de pintura hasta los ojos. Me
agradeció que lo hubiera llamado y con alegría se llevó algo que
le pertenecía. Yo me sentí reconfortado. Mi pregunta es, ¿qué
hubiera pasado si hubiera sido un impecable iphone o similar? Bueno,
creo que de momento me quedaré con la duda. Pero si me sucede
volveré a decidir si quiero ser bueno o tonto. Y seguramente volveré
a hacer lo mismo.
¿Qué hubiérais hecho vosotros?
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